Prólogo

Poesía. La vida continua es poesía. Más: poesía de los encuentros: poesía de los afectos. Esto, me parece, es lo nuclear de este libro, que sinceramente, creo, no necesita que se le diga más que esto que acabo frágilmente de frasear.

Poesía en verso, poesía en prosa, bajo forma de carta, de texto corto, de apotegma o de entramado “queer”. Textualidades cuyos garabatos tienen su propia temporalidad –de hecho ocupan un arco que va de 2007 a 2014– pero cuyo orden de disposición es anárquico. En las manos o entre las piernas estás por tener un denso entramado que interroga el mundo. Y lo hace desde la lengua, que es nuestro y más básico instrumento político: necesidad de encontrarte en la punta de mi lengua; dice Juan en la Introducción, como si esa necesidad toda suya y sin sujeto explícito del otro lado se refiriera, como se refiere, sospecho suponiendo acertar, al lector con quien busca interactuar su texto. Porque para que nuestra lengua se haga cuerpo en otro cuerpo no es siempre una condición de posibilidad: porque lxs otrxs subjetividades que están frente a nosotrxs a menudo no escuchan, no quieren hacerlo, o porque las palabras en ocasiones saben perderse: perdiendo las difusas palabras/ atrapadas en mi garganta (“Rostros en el manto”). Porque no siempre hay encuentros entre lxs seres y es por eso mismo que esta poesía viene a desbancarlos, a hacerles un desfalco (palabra fechada pero también de alto vértigo en la literatura argentina) a los desencuentros: Ésta es quizá la especie, una abreviación incorrecta e inconclusa, una ciega estafa a los desencuentros (“Un fuego de algo”).

(Des)encuentros. Con Juan nos conocimos en la Universidad Nacional de General Sarmiento y ahí a-penas leí algún texto académico suyo. Tardé para conocerlo bajo su faceta del poetar. Luego de ese fugaz encuentro en un Taller de Lecto-escritura o de “Electro-escritura” (como le decimos un poco amorosa y otro poco socarronamente) nos conocimos más como colegas o más bien como compañeros que comparten la misma institución. Y ahí, hace tiempo ya, me honró al pedirme que garabateara estas notas a maneras de presentación. Y para hacerlo, en un principio se me ocurrió remedar los ademanes de una presentación que siempre me pareció simpática, creativa: de John Lennon a Pomelo de Yoko Ono:

¡Hola! Me llamo John Lennon
Quiero presentarles a Yoko Ono.

¡No hubiera tenido esa misma gracia! Entonces, van unas apreciaciones generales sobre algunos puntos del libro de Juan que me interpelaron y que me hicieron sentido en tanto lector. Desde ya, apreciaciones ni exclusivas ni excluyentes. Quiero decir que creo que La vida continúa –que es el segundo libro de Juan– ofrece muchos más puntos de reflexión e interrogación para la inspiración del lector.

Texto/ sexo. Texto que a veces es sexo. ¿Qué sería el mundo fuera del sexo que “Rostros en el manto” garabatea como nuestras muecas de goce/ humano? Aludiendo al amor hétero: al recurrir a tus ingenios/vas a juguetear con tus pechos/ al fregar contra sus bolas/ de fuego// se irán a atravesar (“A la hija sin madre”). Ese “se irán a atravesar” es nuclear, pues ese poema nos enseña, con esa alusión, que lo hétero tan clásico como consabido no es opción sexual por default. Y ese poema nos enseña que pese a la heterosexualidad no hay división sexual posible, menos la que se articula alrededor de la dupla penetrable-penetrador, pues todo cuerpo, nos dice “A la hija sin madre”, que todo cuerpo es al mismo tiempo penetrable y penetrador y no sólo en lo que concierne a los órganos sexuales. Todo cuerpo posee lengua, dedos, manos, brazos, ano, boca, y otras cavidades semipenetrables, és@s que llamamos: “pliegues”. Entonces, la división penetrable-penetrador / penetrado-penetrante es todo menos una condición natural. Eso nos enseñan o nos recuerdan versos amplios, versos dispersos, versos a armar por fuera (o por adentro) de los órdenes de los poemas de Juan, ya que un libro de poemas no lo leemos –porque no podemos leerlo– como una narrativa, siguiendo la secuencia de la textualidad. La poesía es anárquica. Su lectura, también. Por lo menos es lo que les propongo.

Una poesía coloquial que, también, tensa los márgenes de ese contrato heteropatriarcal que llamamos “matrimonio” cuando alude a la serie cuerpo-cuernos-curvas peligrosas-fosas comunes (“Miscelánea”). Institución que anda emparejada con ciertos valores familiaristas, cuyo centro molecular es una monogamia (declarada) heterosexual serial, simple, aburrida y con un permanente doble discurso; de la cual el hombre se sale a menudo para volver a ella con una culpabilidad progresivamente menor hasta desaparecer; y si la mujer se sale, es puta/ antimadre porque en el sistema heteropatriarcal el sexo fuera del matrimonio para las mujeres es estigmatizante; siempre.

Poemas-sabidurías-del sentido común. Que nos recuerdan lo que sabemos de sobra acerca del mundo y de sus Bellezas de sus fealdades, como si pudiera no verlas preparando la mezcla del placer con el poder de herir (“Carta a N. B. (365 días de primavera)”). Lo humano no existe bajo el signo de lo divino sino de lo monstruoso. O: Toutes les formes vivantes sont des monstres normalisés (Canguilhem). Pero sobre estos claroscuros de los sujetos y del mundo, sobre ellos, la poesía de Juan sobreimprime esa virtud –lo que los griegos enfatizaban como areté, excelencia– que es la amistad y que hacen de ese mismo mundo un lugar menos execrable, menos aborrecible, que en definitiva es lo mismo: más accesible/vivible. La amistad. O el amor. Palabras “tan” que se nos volvieron trilladas y que fragilizamos; que es necesario cuidar con celo, te digo/ ¡buen día!/ ¡te cuesta creerlo!; porque las rupturas suelen y pueden estar al acecho: la infelicidad/ operando en alza/ en las bolsas” (“Tu próximo cortometraje”). O porque Entre nosotros ya no hay rock, ya se acabó (…) Estar de luto al reír, haciendo esfuerzos para tapar con las manos los amenazantes estallidos de los bostezos (“La pala mecánica”). Palabras comunes, momentos comunes, pequeños y repetidos dolores diarios, compartidos: que son tuyos, son míos: épocas de hombres y mujeres partidos al medio. Pedazos y restos que se recogen por doquier, de reconstrucción en reconstrucción, de dolores, de lo que se trate, aunque se venga hablando mucho de la Fe, la esperanza, la solidaridad, de derechos adquiridos. ¿O vos sos capaz de tapar/ tus cicatrices (“¡Imposibles!”)? ¿O estás al resguardo de “Cristales” que te pueden surcar la carne?: como todos los días/ al despertar/ necesito de tus alas/ maltrechas// como todas las noches/ antes de dormir/ necesito de tus nuevos/ abrazos (“Cristales”). Palabras comunes que se posan sobre momentos comunes: es la gracia de estas coloquialidades: una gracia empecinada, desde ya, sobre las desgracias del mundo. Poesía que nos recuerda que si bien el mundo es un lugar en el que a menudo prima esa pasión que llamamos temor (al otrx), también es un lugar en el que podemos hacer primar esa otra pasión que fraseamos como esperanza: para que junto con esx otrx el mundo sea un lugar de mayor felicidad.

Historia política. Palabras comunes, momentos comunes y que, paradójicamente y no tanto, por momentos se trenzan con la historia política argentina de la posdictadura o de la transición a la democracia. Y entonces aparece la figura no dicha pero por todxs adivinada de Raúl Alfonsín cuando en “Chistes del ’44-’45” se dice que Con la democracia/ se cura/ se educa/ se come (…)/ Se trata de permanecer sin violencias. Sobre esa misma primera figura la poesía hace adherir otro símbolo señero de las emancipatorias latinoamericanas del siglo XXI: con la democracia/ no esperamos que nos reciten/ versos; a Hugo Chávez, quiero creer que se alude leyendo versos de Tarek William Saab o vayamos a saber qué otros versos en alguna barriada de Caracas. Y por extensión, quiero creer también, que esos últimos versos también pueden trenzarse con el drama político y social argentino de estos años: de 2003 hasta hoy, ya que de 2003 a esta parte estamos asistiendo a una progresiva (y no concluida) postulación de derechos (antes abstractos o negados sin más) a la práctica efectiva y a la concreción, al ejercicio, de esos derechos (antes abstractos o negados), ahora, realidad (me acuerdo de Rinesi, otro prologuista de la poesía de Juan). Esto implica una concepción de la democracia en la cual está vigente el reconocimiento del otro: de sus derechos. Una democracia –a poner en práctica a diario desde nuestras instituciones (cuyos límites, saludablemente, debemos tensar sin romper y poner en estado de crisis) y desde nuestra acción concreta porque la política se hace con el cuerpo– cada vez más fortalecida, cada vez más ampliada: postulado que se verifica si esos derechos que la constituyen y conforman en tanto orden político van en aumento, se expanden, y logran rozar e incluir subjetividades antes excluidas de esos márgenes simbólicos y reales en la sincronía. Y en este sentido entiendo la dedicatoria de este poema a Luis Alberto Quesada, poeta y luchador antifranquista –que vivía en el barrio de Caballito; porque como le dijo Virgilio a Catone Uticense presentándole a Dante para que Catone lo dejara acceder al Purgatorio: Libertà va cercando ch’è sì cara, come sa chi per lei vita rifiuta: Libertad anda buscando, tan querida/ tan cara, como sabe quién por ella ha rechazado la vida. Catone se había suicidado (y aquí el suicidio puede ser sinónimo de dejar el propio espacio político, lo que comúnmente llamamos “patria”, “mi país”, “mi tierra”, “mi lugar ecológico”) en Utica antes de que se concretara la dictadura cesariana. Las libertades por las que vela la democracia y las libertades que postula la democracia en vía de fortalecimiento progresivo, las aprecia quien ha luchado por esas libertades que en otras latitudes eran/fueron negadas: Luis Alberto Quesada sin más, en contra del Generalísimo.
Y si del cruce entre poesía y realidad política se trata, aparece me parece otro punto de inflexión de la historia política argentina en la poesía de Juan: 2001. Pero no a través del gran ademán que registra la apertura comercial y financiera, la reducción del papel del Estado a causa de la privatización masiva de empresas estatales y servicios públicos, pasando por la extranjerización de la economía implementada durante el decenio menemista. Nada de eso. Como nada de los hechos decembrinos de 2001, momento histórico-político crispado, cuestionamiento del orden institucional que marcó un antes y un después en la historia nacional y que implicó un drama político-social de consecuencias funestas para el conjunto de la sociedad. La poesía coloquial de Juan, una vez más, prefiere el ademán íntimo, la inflexión pudorosa que reactualiza la historia aluvional de los abuelos, cuando no de los padres, pero vectorizada al revés. Es el drama de las migraciones forzadas: sobre la mesa/ los voucher’s a la vista/ destino discutido largo y tendido: Europa// vamos a extrañar mucho/ vamos a extrañarlos (…)/ vamos a devolverles todo/ y cada uno de los billetes prestados (…)/ es seguro que debimos tomar la decisión/ de irnos a hacer la vida diaria/ más cerca de la buena suerte (…)/ la idea es/ tener en unos años/ más que los ahorros invertidos (“Con la música a otra parte”).

También es poesía que se sobrepone a lo que la sociedad a menudo hace de nosotros: se rebela a eso, ya que lo sabemos, consciente o inconscientemente, pero no salimos a decirlo a la calle, tampoco a lxs amigxs, por pudor, para no ser tachados de a-norma-les, que la sociedad es cárcel, mejor dicho; un reformatorio, que formatea subjetividades (“… la vida continua”).

Frente a estos traspiés, sinsabores y eventualidades malhadadas, Juan y su poesía, sitúan la esperanza, la confianza, la alegría de saber que la vida continúa. Y nos hacen saber que las experiencias cotidianas, también, son experiencias radicales de lo viviente.

Rocco Carbone

 

Hacia una introducción

Por acá, soñando despierto y amaneció hace años, largos cuarenta y seis y mucho por donde meter el cuerpo y el alma.
Por acá, sigo, soñando despierto, dejando y llevándome otros disfraces. Para usar, para agarrarnos desprevenidos, de una situación a otra, por tus vertientes de Etna.
Oscuridades reflectoras dejan rojos mis ojos en las fotos. Mis verdaderos colores salen, mis verdaderos pensamientos se escriben, necesidad de encontrarte en la punta de mi lengua.

Por acá, soñando despierto, muertos los abandonos, con esos ángeles perseguidos un día tras otro. Eso no puede suponerse vida, encuentros, oportunidades desaprovechadas.

Por acá, soñando despierto y pasando puertas, abriendo puertas, cerrándome puertas, en cautiverio constante, en mi peligro de extinción, en que sigue siendo imposible que no adore tus gritos apasionados.

Mis saludos a todos con otra de mis mejores certezas acuñadas y hasta la próxima.

¡Otro libro hubiera sido posible!

Jeb.-
27 feb. 014