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Ha quedado fuera de toda suspensión tanto la coherencia y el delirio. En cuestión de rutina mundana diaria y de persistencias oblicuas invisibles. Lógicas razonadas siguiendo el hilo de una trama contada por una lengua provista por lo descabellado.

Mundos llenos  de muros crueles e insensatos, sin sol para ninguna de sus amaneceres. Por cierto, tragicómicos .

Abordar este desafío de lo altamente incomprensible desde la pintura, desde la capacidad de la palabra, cruzar de una orilla a la otra, prestándose a ser puente uno del otro. Así como tampoco se puede pretender llorar sin haber sido antes alegres, pintar sin sensibilidad o escribir, oculto entre las palabras, de esas partes inseguras de uno.

Sabe infinitamente mas quien ya parece no estar estando, insistiendo desde su universal mirada hacia su micromundo. La epopeya de lograr ir y volver en estados tan sólidos como líquidos.

Cuesta -y va a seguir costando- entender. Se trata de esto acaso la coherencia que desde este libro ambos autores nos permitimos tener fe de que así siga ocurriendo. Coherencia en el delirio, si.

Con mi mayor cariño.

Jeb.- 13 jul 2017

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