Introducción

Todavía, para mi alegría, estoy perdido
Huelo a naranjo
A restos de líquido mentolado
A tabacco Richmond. Huelo mi existencia y quiero alcanzar la tuya. Saber si eres entre las personas, esa persona fresca de modales.
Perdido, en cada una de estas trece historias parece que te encontré y te salvaste sola. Todavía, para tu alegría, estoy con la resaca que el aire deja al filtrarse en una hondanada irrefrenable.
Al escribirte en trece historias, te escribí en trece desiertas maneras de que te puedan suceder las sensaciones, omitiendo adrede los nombres grandes e ilustres de la literatura.
Todavía, estamos, en el lado de la pecera que corresponde a los peces que se alimentan, al descuido en cada momento.
Te Huelo mujer, aunque la mayoría de las veces, es lo que me ocurre cuando me dedico a hablar en las penumbras de un sitio lleno de murmullos y gente extraña, pasando la noche, pagando copas. Caso contrario, sería una vida muy larga al no vernos, aunque nunca sepamos del brillo que cuentan nuestros ojos oscuros.
Perdidos ¿quieres? Juguemos, para mi alegría, juntos!!

Jeb.-
02/02/2008

 

Prólogo: Dos palabras sobre este libro de Juan

Una doble convicción parece animar a los poemas que integran este libro de Juan Barrientos: la de que, como se lee en alguno de ellos, “la verdad es diferente a lo cotidiano”, pero también la de que sólo en lo cotidiano, sólo en la trivial objetividad de las cosas habituales –de los utensilios de la vida doméstica o del mundo de las profesiones mundanas, del lenguaje o los lenguajes que usamos en nuestras relaciones con los otros, de los cuerpos, sus placeres y sus padecimientos, de la enfermedad y de la muerte– radica la materia de esa verdad posible, que no es seguro que logre levantar vuelo por encima de la tosca mecánica natural de las cosas para decirnos desde otro sitio su sentido. ¿Y entonces? Entonces aparece la ironía, que es la meditación lúcida sobre esta imposibilidad, y que da el tono general de estos poemas. Poemas sobre el amor y sobre lo imposible del amor, sobre el encantamiento y el desencantamiento del mundo, sobre la mentira y la mentira de todas las mentiras, sobre las ilusiones y sobre el tiempo, que deshace todos los hechizos y que es uno de los temas recurrentes –quizás el tema principal– de estas composiciones. Hay ironía porque hay tiempo. Hay ironía porque comprendemos que es siempre imposible comprender a tiempo. Y por eso hay también (aquí, en estos poemas) tristeza. No desesperación: tristeza. Una tristeza calma, que sabe reírse del mundo y de sí misma, y seguir tratando, en medio del absurdo de las cosas, de escuchar la voz que nos llegue de algún lado a darnos alguna pista, a susurrarnos al menos una parte del secreto de la vida.

Eduardo Rinesi